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Sobre la ciudad

Palermo

Una ciudad de puertos seguros que desafía la política migratoria europea

Puntos clave

  • 1

    Palermo demuestra lo influyentes que pueden ser las ciudades cuando existe voluntad política: la ciudad criticó repetidamente las medidas de la UE e Italia en materia de inmigración, aprovechando todo el peso político de la Administración municipal.

  • 2

    La ciudad aúna a diferentes actores, desde iniciativas de base hasta la Administración municipal, en el diálogo sobre migración y solidaridad. La crítica constructiva, e incluso la confrontación, refuerzan las prácticas locales y translocales.

¿Qué tiene de particular la ciudad?

Superar el régimen fronterizo europeo: Palermo apuesta por un cambio profundo en las políticas fronterizas nacionales y de la UE y presta especial atención a la migración marítima y a las actividades de búsqueda y rescate en el mar Mediterráneo.

¿Cuáles son los factores clave?

Activismo y la valentía de un alcalde: la solidaridad para con las personas refugiadas en Palermo es el resultado de una mezcla de activismo de base, sociedad civil e instituciones. Fuera de los límites de la ciudad, la reputación de la ciudad está fuertemente relacionada con la agenda y el capital político del antiguo alcalde Leoluca Orlando, que ha recalcado repetidamente la apertura de la ciudad, a veces casi persiguiendo una imagen de ciudad «amiga de las personas migrantes». Esta imagen renovada de Palermo ha hallado mucho eco en el extranjero y juega con el contraste entre la ciudad de la mafia, tal y como era conocida Palermo en el pasado, y una ciudad de derechos y solidaridad. Orlando (1985 - 2000, 2012 - 2022) no volvió a presentarse a las elecciones a la alcaldía de junio de 2022 y se jubiló. Desde entonces, la alcaldía ha sido ocupada por el polémico Roberto Lagalla (Unione di Centro, Partido Demócrata Cristiano) en una coalición de derechas que siempre ha criticado duramente la política migratoria progresista de Orlando.

¿Cuáles son los resultados más destacados?

Una ciudad pionera en políticas alternativas en Europa: gracias al compromiso de la Administración municipal y a la credibilidad de las iniciativas de base, Palermo se ha hecho cada vez más visible en toda Europa y muestra las posibilidades de una nueva política migratoria y fronteriza a nivel europeo. La ciudad de Palermo ha logrado conformar un discurso alternativo y un debate político en toda la EU sobre las políticas migratorias nacionales y europeas. La Carta de Palermo y la política de puertos abiertos son dos de los enfoques más significativos a este respecto.

Labor política más allá del plano local

Los esfuerzos de incidencia política y resistencia activa de la ciudad de Palermo han ido más allá de la retórica. Han producido importantes cambios en el posicionamiento político de los municipios y han promovido la creación de redes y la cooperación en toda Europa. La Plataforma para el Proceso de la Carta de Palermo (Palermo Charter Process Platform) dio lugar al consorcio From the Sea to the City, ambos especialmente relevantes por el trabajo contínuo, capitalizando en términos prácticos y simbólicos de la labor de promoción de estas políticas. La cooperación con otras ciudades también ha sido un componente clave en el éxito de estos esfuerzos de incidencia política y seguirá desempeñando un papel importante en la red de ciudades solidarias que se oponen a una política de migración excluyente dentro de la Unión Europea. Lamentablemente, el cambio de gobierno municipal de Orlando a Lagalla en junio de 2022 provocó que la ciudad se desvinculara de las redes más progresistas en materia migratoria, como la Alianza Internacional de Puertos Seguros (International Alliance of Safe Harbours - IASH).

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Descargar el informe completo de la ciudad

El informe de la ciudad contiene más información sobre las políticas de migración e inclusión de la ciudad y una selección de los enfoques locales. Informe de 2021, actualizado en 2023.

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Contexto político - Italia

¿Cómo se organizan las políticas migratorias en Italia?

En Italia, tanto el fenómeno de la inmigración como las políticas de migración y asilo son relativamente recientes. De acuerdo con las políticas migratorias de la UE, la acogida a menudo está subordinada a los controles fronterizos y a la «lucha contra la migración irregular».

El llamado Decreto de Flujos define el número máximo de personas que pueden entrar en territorio italiano por motivos laborales. Sin embargo, en las últimas décadas, los canales regulares de inmigración se han cerrado y la migración «irregular» se ha visto cada vez más criminalizada.

Las políticas de asilo en Italia se han alineado progresivamente con las políticas de la UE hasta la introducción del llamado «enfoque de hotspots» en 2015.

En 2020, una nueva ley reformó el sistema de acogida, regresando, al menos en teoría, a un único sistema para solicitantes de asilo y personas beneficiarias de protección internacional o protección especial. No obstante, el sistema sigue estando destinado primordialmente a quienes gozan de protección internacional y a menores extranjeros no acompañados. Además, los municipios no disponen de suficientes capacidades para cubrir las necesidades de acogida de todas las personas con derecho a protección. Para ello, las autoridades locales pueden acceder a recursos del Ministerio del Interior a través del Fondo Nacional para las Políticas y los Servicios de Asilo.

¿Cuál es el trasfondo histórico?

Después de ser predominantemente un país de emigrantes hasta la década de 1980, Italia empezó a convertirse gradualmente en un país de inmigración. A falta de leyes unificadas, la situación fue gestionada a lo largo de los años mediante intervenciones puntuales. En 1982 hubo un bloqueo completo de la inmigración por motivos laborales, que dio lugar a una dinámica de inmigración «irregular» compensada por la regularización periódica más o menos cada cuatro años.

En 1986, la ley Foschi promulgó la igualdad absoluta de derechos para las personas trabajadoras extranjeras, si bien no llegó a modificar las condiciones de entrada al país. En 1990, la ley Martelli amplió el derecho al asilo e introdujo, mediante una regulación cuantitativa, posibilidades legales de inmigración. La ley Turco-Napolitano de 1998 creó la tarjeta de residencia para proteger a aquellas personas que se encuentran en Italia desde hace ya largo tiempo; sin embargo, la ley da prioridad a la mano de obra procedente de países que colaboran en materia de repatriación. Para detener e identificar a las personas migrantes indocumentadas, se crearon los centros de detención y asistencia temporales (Centri di Permanenza Temporanea, CPT).

En 2002, la ley Bossi-Fini introdujo la llamada «política de flujos» e impuso estrictos requisitos de admisión: redujo la duración de los permisos de residencia, instauró la toma de huellas dactilares para todas las personas extranjeras y aumentó el tiempo de estadía en los CPT de 30 a 60 días. Al mismo tiempo, se regularizaron 650 000 permisos de residencia y, con la ampliación de la UE en 2007, se facilitó la estancia en Italia de más de un millón de personas procedentes de los países recién adheridos.

Entre 2008 y 2009 las normas se volvieron más duras: la inmigración ilegal se convirtió en un delito y las condiciones de integración se volvieron más estrictas.

En 2017, el Gobierno amplió la red de centros de detención mediante la ley Minniti-Orlando para aumentar las deportaciones. Ese mismo Gobierno firmó un nuevo memorando de cooperación con Libia para impedir el flujo de migrantes hacia Europa.

¿Cuáles son los principales cambios de los últimos años?

Con la introducción del enfoque de «enfoque de hotspots» en 2015, originalmente diseñado para promover la redistribución voluntaria entre los países de la UE, Italia rediseñó su sistema de «selección» en el momento de la llegada, el cual empezó a tomar como base el país de origen, con una marcada distinción entre «solicitantes de asilo potenciales» y «personas migrantes por motivos económicos» e indeseables.

Los decretos de migración y seguridad de Salvini cerraron los puertos a las ONG activas en el Mediterráneo y destinaron fondos a combatir a quienes facilitan la inmigración ilegal por medio de operaciones policiales encubiertas. Se eliminó la protección humanitaria, lo cual afectó a la mayoría de las personas beneficiarias de protección internacional, y, de esta manera, se impidió el registro de los y las solicitantes de asilo, con consecuencias significativas para su acceso a los servicios y para los requisitos de residencia. Esta medida fue derogada en 2020 por el Tribunal Constitucional.

Durante la pandemia por COVID-19, se crearon «barcos de cuarentena» para aislar a las personas migrantes antes de su entrada a Italia. Esta medida recordó inevitablemente a los «hotspots flotantes» que había imaginado en 2016 el entonces ministro del Interior, Angelino Alfano. Un decreto temporal del 19 de mayo de 2020 dispuso medidas de emergencia para acoger a los y las solicitantes de asilo en instalaciones dedicadas originalmente a personas beneficiarias de protección subsidiaria y a menores no acompañados.

¿Cuáles son los logros de las campañas progresistas?

La Federación de Iglesias Evangélicas y el proyecto Mediterranean Home (Hogar Mediterráneo) han desarrollado un sistema de corredores humanitarios destinado a atender a los grupos de población vulnerables. En 2015 también se firmó la Charter of Palermo (Carta de Palermo) con el objetivo de «abordar la regulación de los flujos migratorios de una forma completamente nueva, proponiendo, por ejemplo, la abolición de los permisos de residencia y, en su lugar, la adopción radical de la ciudadanía como herramienta de inclusión y participación en la vida pública». El proceso de Palermo también sirve de base para la Palermo Charter Process Platform (Plataforma del Proceso de la Carta de Palermo), que reúne actores del rescate marítimo y activistas de toda Europa.